Durante el mes de agosto y mitad de septiembre Astrid Gonzáles realizó la segunda parte del ciclo El Arte del Buen Vivir: Residencias Locales en Platohedro. Este ciclo surge como un llamado a la reflexión y a la búsqueda de alternativas ante las crisis que experimentamos en nuestros contextos, para imaginar juntxs otros modos de relacionarnos con y entre los seres vivos, no vivos y nuestros entornos por medio del arte, apoyando a creadorxs de la ciudad de Medellín y Valle de Aburrá.
La búsqueda del buen vivir es algo múltiple, basado en estrategias que consideran la potencia de los cuerpos y de su relación con los entornos y con otros seres con los que habitamos, humanos y no humanos, vivos y no vivos.
Hoy día hablamos de buscar nuevas estrategias, nuevos recursos para afrontar las problemáticas de esta reciente era, mientras que la realidad del planeta y de las crisis que nos toca afrontar, parece pedirnos que revisemos y vayamos hacia el decrecimiento, de vuelta a la consonancia con la naturaleza. Para ello es necesario reconsiderar el conocimiento y verlo más allá de la unidad, transformarlo en saberes múltiples construidos por todxs. Es necesario que la occidentalidad del saber dé un paso atrás en su omnisciencia, que se rompa en pedazos, abrazando prácticas comunitarias y ancestrales, que se dan en relación a las necesidades y generosidades de la naturaleza, en un ritmo no androcéntrico multi-trans-plural.
En la actualidad el arte contemporáneo se discute entre múltiples incoherencias que se dan a través del mercado de las disciplinas formalistas y la inmaterialidad de la imagen en la era digital. Y entre medias, proyectos extra-disciplinarios que abarcan las ciencias, la tecnología o la economía, y que parten en la mayoría de ocasiones de manuales y de saberes establecidos como únicos; lejos de las prácticas comunitarias y mucho más lejos de la multiplicidad y diversidad de las experiencias de vida de los pueblos y las culturas. Y en un momento en que el planeta nos grita desde la emergencia, las artes han de cuestionarse irremediablemente su aporte a un cambio en nuestros modelos.
En esta expansión inminentemente necesaria de nuestras formas de entender el mundo, artistas como Astrid y procesos como Hablar a plantas, son canales que nos pueden derivar tal vez a adoptar estrategias sostenibles para el Buen Vivir real. Porque el proceso de enunciamiento desde aquello que atraviesa nuestras vidas, nuestros pasados y sobre todo nuestras comunidades, puede ser una de las vías que permita otros encuentros posibles.
Es así cómo Astrid nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza, en un mundo en que hemos perdido la conexión con el lugar de donde verdaderamente venimos, y ella lo hace a través de la escucha, del cuidado, de la reflexión sobre el autocuidado, y en comunión con sus ancestras. Lo hace en un ejercicio que nos indica lo atrevidxs que somos cuando intentamos negar aquello que no conocemos o que llegamos a considerar como otro. Y lo hace en un acto reivindicativo, a través de la apertura del conocimiento, en un diálogo con las plantas y con las voces que portan saberes de los pueblos no legitimados por la epistemología occidental, como son los pueblos afrodescendientes. Negar lo no conocido es un acto racista y más todavía es no quererlo conocer, la descolonización de las prácticas artísticas ha de comenzar por esta aceptación de que el saber no es uno, no se encuentra dentro de un museo, ni tan solo en la academia. Negar los saberes de los pueblos esclavizados es anular toda una historia de resistencia, de potencial epistemológico, es un epistemicidio.
Por eso es hora de cambiar el prisma de nuestras miradas, de acabar con el centralismo y la jerarquía de los saberes, es hora de comenzar a hablar y de hablarle a las plantas y de aceptar que en la ancestralidad reside la posibilidad de cambio, en las fuentes orales y naturales, en los pueblos de origen, en los cantos de los pueblos afro, hegemónicamente silenciados y en otras formas posibles de relacionarnos.
Estudió Artes plásticas en la Fundación Universitaria Bellas Artes de la ciudad de Medellín. Trabaja a partir de distintas disciplinas como vídeo, fotografía, dibujo digital y escultura, abordando reflexiones sobre los procesos históricos de las comunidades afrodescendientes en América. Su relación con el arte transita también en la investigación.
Es autora del libro Ombligo cimarrón. Investigación creación. Publicado en el año 2019 con la editorial F.E.A en Santiago de Chile. Ha expuesto en Colombia y en otros países, recientemente en el Museo de Arte Moderno de
Medellín.
Sabedor Jackson Ramirez Machado (Quibdó) por la confianza de compartir la palabra, el secreto y el tiempo que permitieron las bases temáticas de esta investigación.
La señora Soveni Moya, la señora Ana Mercedes, la señora María Robledo Caicedo (Río Sucio) por la disposición a compartir sus saberes sobre la medicina tradicional y la siembra de las plantas en territorios cercanos al río.
El señor Carlos Murillo Copete (Tadó) por el cariño y la confianza de acercarme a los saberes relacionados a las balsámicas y los secretos de las plantas mágico religiosas.
La artista Mayra Moreno (Río Sucio) por ser puente entre territorios, por el aporte en referentes visuales de Colombia y la zona andina.
El profesor y trabajador social Join Red por compartir la palabra (ahora una dulce) desde hace varios años.
Unicamente Andrés (Zaragoza) por trabajar en conjunto en la construcción de la canción que acompaña y da fuerza a los vídeos realizados resultado de esta investigación.
Mi mamá María Cornelia Quintero Torres por ser puente entre Medellín y el Chocó en tiempos de pandemia, y acompañante de investigación.
Esteban Lopera (Medellín) por el acompañamiento profesional y empático en la producción visual de los videos resultado de esta investigación.
A Platohedro por creer en el proyecto.
Luciana Fleischman
María Collado
Juan Jaramillo